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 DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
AL CAPITULO GENERAL DE LOS DOMINICOS
*

Castelgandolfo
Lunes 25 de septiembre de 1961

 

Queridos hijos:

Nuestro corazón se llena de alegría cuantas veces, por razón de nuestro cargo, tenemos ocasión de juntar a nuestro lado a los hijos más ilustres de las antiguas Ordenes —cuya gloria honra a la Iglesia— con motivo de coloquios y congresos.

Por lo cual os recibirnos con paternal cariño, amados hijos de la Orden de Predicadores. Hace poco habéis celebrado en Bolonia el CCLXX Capítulo General de vuestra Orden, en aquel sagrado cenobio, en que vuestro Padre Fundador reunió por primera vez a todos sus hijos de Europa, y ahora os habéis acercado al humilde sucesor de Pedro siguiendo el ejemplo de Santo Domingo.

Os saludamos cordialmente; en cada uno de vosotros creemos contemplar a vuestro fundador en persona; hablamos del "bienaventurado padre Domingo, santísimo sacerdote de Dios, confesor y ardiente predicador" (Cfr. B. Jordani Oratio ad Beatum Dominicum; ed. H. CH. Scheeben, Documenta vetera, in Analect. S. O. Fratrum Praedicatorum, XVIII, 1928, páginas 564-565), que entraba a los palacios pontificios como a casa propia. Vosotros, miembros de la familia dominicana, encontraos también como en familia, en la case del Padre Común de la Iglesia.

De continuo Nos proporcionáis el consuelo del singular esfuerzo con que ayudáis a la Sede Apostólica.

La nota peculiar de vuestra Orden, que hace más hermoso su conjunto, es la adhesión a la Santa Iglesia Romana, y el servicio al Padre Santo como si del mismo Pedro se tratara, Ya Honorio III, el 21 de enero de 1217, en la Bula Gratiarum omnium largitori, os llama escogidos hijos de la Sede Apostólica, siendo la primera vez que se llamó a vuestra Orden con el nombre de Predicadores (Pothast, Regesta Pontificum Romanorum, n. 5.428, 5.434). De esta misma Sede, Domingo y sus hijos recibieron la misión apostólica, para predicar a Cristo a todos los pueblos, en abyección de voluntaria pobreza (Bulla 12 dec., 1219; cfr. M. H. Laurent, Historia diplomatica S. Dominici, Monumenta Ordinis Fr. Praedicatorum Historica, n. 102).

Esta es vuestra gloria y vuestra corona que habéis conservado incontaminada hasta el día de hoy. Permaneced en esta constancia, queridos hijos, "para que consigáis fruto y vuestro fruto permanezca" (Jo., 15.16).

El capítulo que con tanta concurrencia habéis celebrado muestra a todos que vuestra Orden, como las demás del jardín de la Iglesia, persevera en la antigua herencia de sus mayores, y que responde a las necesidades de nuestros tiempos Por ello se añaden a las antiguas nuevas determinaciones y consignas, que convenientemente concuerdan entre sí. ¡Qué hermosa es esta vinculación! ¡Qué justamente se aplican aquí las palabras del Divino Maestro "Todo escriba docto... es semejante al padre de familia, que saca de su tesoro lo nuevo y lo antiguo" (Mateo, 13, 52). Vosotros también unís lo nuevo de vuestro tesoro con los antiguo; en esto también obedecéis a aquel eterno precepto, que así expone San Pablo: "Renovad vuestros sentimientos, demostrando así la voluntad de Dios como buena, agradable y perfecta" (Rom., 12,2).

Esto no es otra cosa que concordar con los fundamentos santísimos las nuevas tendencias que nuestros tiempos han introducido y que tratan de encontrar métodos más convenientes de difusión del Evangelio; esto no es más que compaginar las empresas modernas con el antiguo afán de Santidad, sacando de esto estímulo para afrontar los problemas de hoy.

Si surge el desfallecimiento debido a la dureza de las dificultades conviene desterrarlo con la meditación de las antiguas virtudes.

Amados hijos, hace unos días habéis considerado todo esto atentamente en un común esfuerzo, para que el espejo de vuestra vida en todo se acomode a las diversas ramas del apostolado, cada día más extensas. Esto afirma y defiende la segura firmeza de la Orden Dominicana y os ganará la ayuda de Dios para vuestras empresas.

Pero vuestra gloria más brillante y el más noble honor de la Orden está en vuestro nombre peculiar, que define la obra, el espíritu y el legado de Santo Domingo, describiendo las más características notas de sus hijos: Hablamos del nombre de Orden de Predicadores.

En esta denominación aparece el honor y la responsabilidad de vuestro quehacer; puesto que los predicadores anuncian la verdad, son portadores de la verdad y por ella luchan.

Por este vuestro cargo, que ejercitáis con religiosa fidelidad, os esforzáis en cumplir el mandato del Divino Maestro: "ld y predicad a todos los pueblos" (Mateo, 28,19).

Solamente este mandato ha engendrado a lo largo de los siglos las grandes empresas de vuestra Orden, y en él también están fundamentados vuestros quehaceres de hoy: el esfuerzo intelectual por exponer la doctrina cristiana a los hombres de nuestro tiempo, para que esté a la altura de sus exigencias y necesidades; la vitalidad misionera acomodada a cada uno, deber común de todos; la formación de la juventud ávida de saber; finalmente todo género de publicaciones difusoras de la verdad y a la vez sus protectoras.

Toda esta labor ya se encomendó a la Orden de Predicadores, cuando en el primer capitulo en Bolonia se os dijo sabiamente: "Nuestra Orden fue fundada especialmente para la predicación y salvación de las almas, y nuestro esfuerzo debe tender sobre todo a ser útiles a nuestros prójimos en la salvación de su alma" (Constitutiones antiquae Ordinis Fratrum Praedicatorum, ed. H. Denifle, Archiv für Literatur und Kirchengeschichte des Mittelalters, I, Berlín-Freiburg i. B., 1885, n. 194).

Estas palabras, queridos hijos, sean como guía de vuestra vida: ¡que con un especial ardor os dediquéis a la predicación y a la salvación de los nombres! ¡Que todo vuestro esfuerzo se encamine a esta meta! Al recordaros estas cosas, de sobra conocidas por vosotros, Nos sabemos que vuestro corazón arde en aquella llama que vuestro Padre Fundador os entregó para custodiar. Que éste sea el distintivo de vuestra Orden: predicar a todos y responder con la palabra salvadora al engaño, que los enemigos de Dios con esfuerzo incansable difunden en toda clase de individuos. "Pensad en vuestra vocación" (1Cor., 1, 26), queridos hijos, "predicad el Evangelio a toda creatura" (Mar., 16,15) para que la Santa Iglesia de quien sois hijos entrañables pueda contar "in aeternum" con vuestra asidua cooperación.

Nos, pedimos a Dios omnipotente su gracia y a la Virgen Madre de Dios su protección para que desempeñéis vuestra misión con más ardor cada día y consigáis el fruto que ávidamente esperáis, y para demostrares una vez más nuestra paternal benevolencia, os damos con todo cariño la Bendición Apostólica a todos vosotros, especialmente al Maestro general de la familia dominicana y a todos sus miembros que trabajan con ardor por toda la tierra.

 


* Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 440-444.

 

 



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