DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LA V CONFERENCIA DEL SECRETARIADO INTERNACIONAL
DEL "APOSTOLATUS MARIS"*
Miércoles 25 de octubre de 1961
Señor cardenal,
venerables hermanos y queridos hijos:
En Venecia, "la reina de los mares", como comúnmente es llamada, recibimos en 1957 al Congreso Nacional del "Apostolatus Maris" de Italia, en calidad de Patriarca. Hoy, con un gozo muy particular, recibimos a sus representantes llegados del mundo entero para participar en la V Conferencia del Secretariado Internacional, reunido para estudiar los problemas pastorales en los medios marítimos y los métodos de apostolado más apropiado para extender en ellos el reino del Señor.
Vemos cómo en el Evangelio Cristo amó con singular afecto a los hombres de estos ambientes hasta el punto de elegir entre ellos a algunos de sus colaboradores más íntimos para hacer de los mismos "pescadores de hombres".
Así es muy natural que las gentes del mar ocupen un lugar de predilección en las preocupaciones maternales de la Iglesia y en el corazón de aquel que se encuentra al timón de "la barca de Pedro".
La vida en el mar es propicia sin duda para una sana camaradería y una recíproca ayuda fraternal, para la amistad entre miembros de un mismo equipo que comparten durante semanas y meses la misma vida sobre el océano, bajo la mirada de Dios. El alma del marinero se eleva, naturalmente, como la del salmista, hacia el cielo para alabar al Creador: "Que el cielo y la tierra te aclamen, el mar con todo lo que contiene" (Ps. 69, 35).
Y el pensamiento constante de la esposa y de los hijos queridísimos que él confía a sus ángeles custodios y que tendrá la alegría de volver a encontrar en su próximo regreso al país es para él un precioso sostén en su vida, privada del consuelo diario de la familia y de la ayuda espiritual de la parroquia.
Esta situación particular del mundo marinero reclama vuestra acción. El ideal ciertamente sería que cada navío pudiese contar con la presencia de un sacerdote para asegurar la santa misa y los sacramentos. Pero Nos lo sabemos bien, esto no es siempre posible. Por tanto, es preciso ayudar a las gentes del mar a llevar en su medio una vida católica auténtica. Nos es muy grato felicitaros por el hermoso trabajo que habéis realizado ya para facilitarles el conocimiento de Cristo y la práctica de la religión cristiana: formación de los jóvenes, fundación de "clubs marinos católicos" en todos los grandes puertos, atención prestada a los problemas familiares y sociales de los navegantes, visitas a bordo que son para todo el personal de los navíos un precioso apoyo y un vivo consuelo.
Es preciso, por último, que los católicos expresen su fe de una manera común, mediante una misma plegaria y una caridad constante que los conviertan en apóstoles del Evangelio. ¡Quién no ve la indispensable necesidad de preparar para estas tareas a seglares de buena voluntad decididos y ardorosos en su fe que lleven una vida moral sana y hayan adquirido una sólida formación humana y religiosa! Esta es la tarea irreemplazable de la Acción Católica especializada de formar estos militantes, de apoyarlos y de mantenerlos vigilantes en su conciencia cristiana para que su fe sepa remontar todas las dificultades y hacerse presentes también en este medio y ganarlos para Cristo Jesús.
Nadie duda de que el "Apostolatus Maris" es un medio providencialmente adaptado para alcanzar este objetivo. De todo corazón, venerables hermanos y queridos hijos, os felicitamos por vuestro trabajo ya realizado en la marina pesquera y mercante e invocamos sobre vuestro apostolado la abundancia de las gracias divinas en prenda de las cuales os otorgamos de todo corazón nuestra paternal Bendición Apostólica.
* AAS LIII (1961) 724-725; Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 482-484.
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