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ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN XXIII
A LOS SUPERIORES Y ALUMNOS DEL SEMINARIO
INTERDIOCESANO DE WOLFRATSHAUSEN*

Palacio pontificio de Castelgandolfo
Viernes 20 de julio de 1962

 

Queridos hijos:

Encontraos a gusto en la Casa del Padre, que desea dirigir a todos la palabra que llega a lo más delicado del corazón de cada uno. Los sacerdotes y los seminaristas —es natural— tienen un lugar de privilegio en los pensamientos, en los afectos y en los augurios del Papa.

Si "con ánimo humilde" (Dan 3, 39) volvemos la cabeza hacia atrás, ¡cuántos sacerdotes encontramos, llamados a ministerios y a servicios entonces modestos, pero siempre de alta responsabilidad, cuyo sincero afán de aplicarse a la imitación de Cristo está ante nuestros ojos como ejemplo alentador y edificante! Entre éstos merece el elogio que vosotros le tributáis, el sacerdote Francisco Stock. Se ha dicho de él que se dio todo a Dios y a los hermanos, sin reserva alguna y con espíritu de sacrificio.

Es grato recordar Nuestros encuentros con él en la Nunciatura de París, adonde él llegó —entre otras cosas— para interesar a la Santa Sede en la constitución de un Seminario para estudiantes alemanes, prisioneros de guerra en Francia, y que al poco se pudo realizar en Chartres.

Permitidnos destacar algunas breves notas de nuestro diario:

16 de mayo de 1946. La rústica capilla de los prisioneros parecía un cenáculo incandescente de fe, de juventud mortificada, y, también, vibrante de vivísima piedad. Dirigimos la palabra y distribuimos la Santa Comunión a cuatrocientos ochenta alumnos.

En Navidad del mismo año, Nos dirigimos de nuevo allá —el P. Stock nos había precedido— llevando los dones del Padre Santo. Dijimos entonces a aquellos jóvenes queridos que su Seminario de excepción hacía honor a Francia y a Alemania, destinado como a ser una señal precursora del buen entendimiento y amistad entre los dos pueblos.

El 5 de abril de 1947, Sábado Santo, volvimos de nuevo a Chartres, para la ordenación: órdenes menores y presbiterado.

Cuando, en 1948, aquel Seminario terminó su provisoria función, el sacerdote Stock permaneció en Francia. Su servicio continuaba con la asistencia a los obreros alemanes, mientras que su camino por la tierra llegaba a su fin. Exhausto de fuerzas físicas después de haber consumido su existencia por la gloria de Quien le consignó el "paraíso —como solía decir San Carlos Borromeo, refiriéndose a los sacerdotes— con el poder de abrirlo a los demás", él fue llamado al premio eterno. Nos mismo impartirnos la absolución sobre sus restos en la iglesia de Santiago, en Les Hautes Pas.

Queridos hijos: La imagen del Divino Pastor está ante nosotros. Antes de enseñar, Cristo dio ejemplo (Hch 1,1). Así lo han hecho y lo continúan haciendo innumerables sacerdotes. Los sermones son, ciertamente, muy útiles, pero el servicio apostólico más que los sermones requiere enseñanza y ejemplo de vida cristiana. El sacerdote Stock, dijimos el día de sus funerales, no es solamente un nombre, es un programa.

A la distancia de catorce años deseamos repetir las mismas palabras que, tantas y tantas veces, a lo largo de Nuestra vida, hemos tenido ocasión de decir, en alta o en baja voz, ante el féretro de santos sacerdotes, a la vista de poblaciones humildes, y siempre lleno de emoción. Sí, más que un nombre, un programa.

Esto quiere ser un augurio; ante todo, para vosotros, queridos hijos, que con entusiasmo os preparáis al Sacerdocio. Haceos desde ahora dignos de realizarlo, con la fidelidad a vuestra vocación. De esta manera Dios os conducirá siempre; la Virgen Inmaculada os custodiará; y el Apóstol Matías, vuestro Patrono, os protegerá. Sobre vuestra juventud, sobre vuestra familia, sobre los superiores y profesores del Seminario, del que sois alumnos, y sobre todos cuantos son y serán objeto de vuestras oraciones, de vuestro ministerio y de vuestro sacrificio diario, descienda propiciadora de celestiales gracias la Bendición Apostólica.

 


* Discorsi-Messaggi-Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. IV, pp. 435-436.

 

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