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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LOS PARTICIPANTES EN EL VI CONGRESO INTERNACIONAL
DE CIENCIAS PREHISTÓRICAS Y PROTOHISTÓRICAS
*

Castelgandolfo
Sábado 1 de septiembre de 1962

 

Queridos señores:

Hemos accedido muy gustosos al deseo expresado por vuestro presidente, el profesor Massimo Pallotino, ilustre miembro de nuestra Academia Pontificia de Arqueología, que nos complacemos en ver entre vosotros, y con gran placer os recibimos con ocasión de vuestro sexto congreso internacional de las ciencias prehistóricas y protohistóricas.

Nos es muy agradable desearos a todos la bienvenida en nuestra casa y felicitaros por las proporciones de vuestro Congreso: al tener conocimiento de la lista de los participantes, que nos fue entregada amablemente, hemos podido comprobar que representáis a todo el mundo: África, Asia, América y Europa, así como a todas las ramas de la prehistoria y de la protohistoria. También hemos ojeado con interés, dentro de los estrechos límites del tiempo que disponemos, el volumen de las relaciones generales que se nos ha entregado y en el que están reunidas importantes comunicaciones científicas, objeto de provechosos intercambios de impresiones de este congreso: contribuciones metodológicas y aportaciones nuevas sobre los orígenes de las más antiguas civilizaciones.

¡Cuán impresionante es, queridos señores, este esfuerzo —que realizáis con éxito y que constituye vuestro honor— para esclarecer las menores huellas que dejaron nuestros más remotos antepasados a su paso por nuestro planeta y para deducir de ellas el fondo inteligible, a pesar del carácter fragmentario de las fuentes arqueológicas de que disponéis y las grandes dificultades de su interpretación exacta!

Y os lo decimos en amable confianza: Nos hemos impresionado en la lectura por la prudencia que acompañaba a vuestros análisis y más todavía las formulaciones sintéticas a las que os llevan y que con mucha frecuencia sólo proponéis como una hipótesis de trabajo que verificar o invalidar con nuevas investigaciones. Y el mismo progreso en la exploración de regiones hasta ahora poco conocidas por sus huellas prehistóricas y protohistóricas, las cuales, haciéndoos descubrir en tierras limítrofes la coexistencia de formas de civilizaciones más desarrolladas junto a otras más primitivas, es el que provoca dudas y origina discusiones entre especialistas, que os llevan a modificar las clasificaciones establecidas hasta entonces y a introducir matices en un desarrollo que una ciencia menos informada presentía de una manera demasiado lineal.

Permitid que os felicitemos, queridos señores, por esta lealtad que practicáis en la investigación, por esta modestia que inspira vuestras conclusiones, por esta cooperación que une pacíficamente vuestros trabajos y por el dinamismo que inspira vuestros pacientes esfuerzos para hacer inteligibles los menores informes fragmentarios de orden arqueológico, lingüístico, etnográfico y antropológico que coleccionáis con amor. ¿Cómo no ser sensible al espectáculo reconfortante, que dais, de un esfuerzo común por encima de las diversas culturas y tradiciones, que son las vuestras, para investigar las raíces mismas de la civilización, testimonio evidente de los sentimientos de fraternidad y digna manifestación de la solidaridad que reúne a todos los miembros de la gran familia de los hombres?

Así tributáis homenaje al Creador que ha hecho al hombre “a su imagen y semejanza” (Gen 1, 26), dotándole de esta inteligencia cuyas manifestaciones os aplicáis a hallar, así como su desarrollo en todos los sectores de la actividad humana: política, económica, cultural, religiosa, de la familia a la sociedad. Brillante triunfo del espíritu sobre la materia, sin duda, pero ¡qué precario, si se piensa en esas civilizaciones sepultadas y en esas metrópolis desaparecidas al día siguiente de ciertas catástrofes!

Es vuestro noble ideal, queridos señores, que sois eminentes especialistas de la prehistoria y de la protohistoria, revivir esos mundos del pasado marcados con la huella de los primeros hombres.

En cuanto a Nos, queridos y distinguidos señores, dichosos de pasar con vosotros algunos instantes y teniendo en la mano, por decirlo así, como vosotros, la antorcha de vuestras investigaciones y comprobaciones científicas a través de milenios y milenios, nos complacemos vivamente en hacer nuestro este gusto que lleváis al misterio de la densidad de los tiempos y a los descubrimientos de la prehistoria y de la protohistoria. Vosotros nos comprendéis bien. El hombre de fe nota en ello un encaminarse seguro “ab initio et ante saecula” hasta ese punto de llegada luminoso: Cristo, Verbo de Dios hecho Hombre, que dice y repite a los siglos que le precedieron y a los que le siguen: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Ego sum lux mundi. Qui sequitur me non ambulat tenebris, sed habebit lumen vitae” (Jn 8, 72).

Nobles y queridos amigos de la verdad y de la investigación científica, permitidnos os demos las gracias de nuevo por haber venido amablemente a visitarnos en nuestra residencia de Castelgandolfo con ocasión de vuestro sexto congreso internacional.

La Iglesia, amiga de las ciencias, se alegra de todas las nuevas adquisiciones que son fruto de vuestras investigaciones eruditas y desinteresadas. Y nos es muy grato invocar sobre todos vosotros, sobre vuestras familias y trabajos, en prenda de nuestra paternal benevolencia, la abundancia de divinas gracias, impartiéndoos nuestra Bendición Apostólica.

 


*  AAS 54 (1962) 665; Discorsi-Messaggi-Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. IV, pp. 493-496.

 

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