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PABLO VI

AUDIENCIA GENERAL

 Miércoles 18 de marzo de 1964

 

La audiencia, que tenemos el placer de celebrar en este miércoles santo, nos proporciona el encuentro con una gran multitud de peregrinos y de visitantes, entre los cuales los grupos de estudiantes son los más numerosos y ciertamente los más fervorosos. Dirigimos, por tanto, especialmente nuestro saludo, a los estudiantes presentes. Sed bienvenidos, hijos carísimos, y sabed todos, sabedlo cada uno, que el Papa acoge a los estudiantes de las diversas escuelas aquí representadas, con paternal predilección. Nuestra afectuosa acogida se dirige también a sus respectivos directores y profesores, cuya misión educativa y escolar la valoramos a la luz de Dios muy alta y digna del mejor aliento. Naturalmente nuestro saludo se extiende con el mismo afecto también a los demás grupos, presentes, llegados hasta aquí en espera de algún consuelo espiritual; sed todos, hijos e hijas queridos, y vosotros también visitantes, viajeros y turistas de tránsito, cordialmente saludados y bendecidos.

Nos sentimos obligados a hacer una mención especial del grupo de quinientos estudiantes de Mondoví, guiados por su venerado y celoso arzobispo-obispo monseñor Carlos Maccari, al que presentamos la expresión de nuestra complacencia por su primera visita a Roma después de su entrada en la bella diócesis piamontesa, y nos place asegurarle que en Roma, donde ha trabajado tanto, su memoria está siempre viva y honrada, y donde su predilección por el apostolado estudiantil ha dado muchas pruebas para creer que dura todavía y encuentra en la peregrinación actual su fiel prometedora confirmación. Hacemos votos para que este ministerio providencial, tan conforme con la misión del Pastor y del Maestro, y siempre guiado por la sabia luz y amorosa de la pedagogía católica, le obtenga a él, como a cuantos se dedican a la asistencia de la juventud estudiantil, las mayores y. más consoladoras satisfacciones, y merezca para los estudiantes y nuestra escuela la fortuna de las más altas y más sinceras expresiones de la vida juvenil, buena, sana, inteligente y cristiana.

Quisiéramos aprovechar estos breves momentos para fijar en el ánimo de todos los presentes un recuerdo espiritual benéfico, y operante también, con relación al futuro.

Pues bien, este pensamiento no puede referirse a otra cosa que a la inminente pasión. Quisiéramos exhortar a todos a aprovechar la presencia en Roma durante esta máxima fiesta cristiana para mejor penetrar en el espíritu de la celebración litúrgica y para mejor participar en los sentimientos, en los ritos, en las gracias de los misterios de nuestra redención. Que no sea una distracción, sino instrucción y atracción el interés del viaje; que no se detenga vuestra mirada sobre la escena externa de las cosas nuevas, hermosas y grandes que veis; que vuestro espíritu trate de hacer concurrir la visión de Roma, las maravillas y las emociones de su aspecto singular y misterioso, a una más íntima comprensión de la Pascua católica. De turistas convertíos en peregrinos; y de peregrinos en fieles, devotos y atentos. Roma, que os conduce hasta el Papa, os haga llegar también hasta Cristo. El Papa os dirige hacia El. Pensad que nuestra religión tuvo aquí en Roma la expresión del rito que desde hace siglos practicamos, y que es el más difundido en el mundo, el rito romano. Aquí se puede comprender mejor no sólo el origen, sino también el espíritu de la liturgia. Si, por ejemplo, vais a visitar el baptisterio de San Juan de Letrán, que se remonta hasta Constantino, y que fue construido, un siglo después, por el Papa Sixto III, podréis leer en el arquitrabe del edificio octogonal la famosa inscripción sobre la teología del bautismo, en la cual, entre otras cosas, se dice: “Esta es la fuente de la vida, que mana para todo el mundo, y que tiene su nacimiento en la Pasión de Cristo” (Cf. Duchesne, Liber Pontificalis 1, 236.)

Os deseamos que la pascua romana os sea propicia para altos pensamientos y grandes propósitos; que os haga acercaros a los sacramentos pascuales con mayor adhesión a su santificante y beatificadora eficacia; y selle en vosotros la memoria de santas y confortantes impresiones de fe y de piedad.

Os daremos con este fin nuestro paternal augurio de unas felices pascuas, y lo acompañaremos de nuestra bendición apostólica.



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