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CARTA DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LA SEGUNDA CONFERENCIA GENERAL
DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS
PARA EL DESARROLLO INDUSTRIAL (ONUDI)*

 

Al Excelentísimo Señor Presidente
de la Segunda Conferencia General
de la Organización de las Naciones Unidas para el desarrollo industrial.

Comenzar la Segunda Conferencia general de la Organización de las Naciones Unidas para el desarrollo industrial, nos complacemos en manifestarle nuestro interés por los trabajos de esta Asamblea. Esta Conferencia es un testimonio de las aspiraciones de los pueblos a un orden internacional más equitativo, de su impaciencia ante la lentitud en la realización del mismo, y sobre todo de su fe, aun contra todas las apariencias, en la posibilidad que tiene la comunidad internacional de construir un mundo mejor.

Nos formulamos fervientes votos por el éxito de estas reuniones e invocamos sobre las mismas la bendición del Todopoderoso. En este año 1975, Año Santo, no cesamos de llamar a los cristianos a la reconciliación y a la renovación. Séanos permitido igualmente exhortar a los participantes en esta Conferencia a entablar y proseguir sus diálogos, aun difíciles, con un espíritu análogo; de tal manera que prevalezca la cooperación sobre el enfrentamiento, mediante un nuevo descubrimiento de los valores esenciales de la solidaridad humana.

A lo largo del pasado año, graves circunstancias han movido a las Naciones Unidas a estudiar en sus sesiones solemnes algunos problemas clave del orden internacional actual; el de las materias primas y del desarrollo, el de la agricultura y de la alimentación, el de los derechos y deberes económicos. Vuestra Conferencia aborda ahora el tema de la industrialización. Tema entusiasmante ya que, «señal y a la vez factor de desarrollo» (Populorum Progressio, 25), abarca las conquistas más específicas de la civilización moderna; y también tema inquietante, porque está vinculado concretamente a situaciones mal adquiridas, a beneficios injustamente repartidos, a una utilización a veces infrahumana de los trabajadores; realidades todas ellas que gravan pesadamente sobre las relaciones internacionales.

Un examen de esta naturaleza exigirá una gran lucidez, porque la industrialización corre el peligro de prometer más de lo que puede dar a quienes no la subordinen a los fines integrales de un desarrollo humano auténtico. Este examen exigirá también que cada uno sepa tomar en consideración los intereses más generales de la humanidad. Hay que promover un bien común mundial, en el que cada nación está llamada a participar, dentro del marco de su soberanía.

Creemos pues especialmente indicado, Señor Presidente, que esta nueva Conferencia para el desarrollo industrial dé prueba de una voluntad de renovación en el examen de la concepción misma de la industrialización y de su puesto en la jerarquía de valores, así como de un espíritu de reconciliación, es decir, un espíritu de escucha mutua, de búsqueda solidaria del bien común, de armoniosa entrega al objetivo que, después de tantos otros, quiere alcanzar esta nueva Conferencia: la felicidad de todo hombre y la felicidad de todos los hombres.

 

PAULUS PP. VI


*Insegnamenti di Paolo VI, vol. XIII, p.224-225;

L'Osservatore Romano, 14.3.1975, p.1;

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.11, p.5.

 



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