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ALOCUCIÓN DEL PAPA PABLO VI
A UNA PEREGRINACIÓN DE LA ARCHIDIÓCESIS DE FILADELFIA


Martes 25 de junio de 1963

 

Somos muy felices de saludaros, queridos hijos de los Estados Unidos de América, que habéis hecho este largo viaje para ver a vuestro venerado obispo Neumann elevado al honor de los altares.

Conocemos vuestra sensible contrariedad por la noticia del aplazamiento de la ceremonia de beatificación, que daría al mundo el ejemplo de una heroica virtud madurada en tierra americana. Pero no pasará mucho tiempo para que el obispo Neumann sea contado entre los Beatos.

Sin embargo, vuestra visita a Roma será una rica y memorable experiencia. Por todo vuestro alrededor hay numerosos monumentos, recuerdos de las glorias de la Iglesia y de sus fieles. Aquí se puede sentir de singular manera la unidad y la perennidad de la Iglesia. Y aquí en la tumba de San Pedro recorremos siglos para volver a los tiempos de los apóstoles Pedro y Pablo. Las lecciones que aquí se aprenden son estímulo precioso para imitar a los hombres y mujeres heroicos venerados en muchas iglesias de esta Santa Ciudad.

Sois el primer grupo de americanos que nos visita después de nuestra elección a la cátedra de Pedro. Os rogamos por esto que llevéis a todos los ciudadanos de los Estados Unidos estos primeros saludos. Hemos visitado vuestra noble país y hemos experimentado personalmente su sincera y ardiente hospitalidad y generosidad. La industria de vuestro pueblo y sus abundantes recursos naturales os han convertido en un floreciente país.

En medio de vuestra abundancia no habéis olvidado a los pueblos menos afortunados, asistiendo a ellos y a las nuevas naciones con apreciables auxilios. Los católicos de los Estados Unidos se han destacado por su consagrada lealtad a los sucesores de San Pedro. Han sido singularmente generosos para la Iglesia en sus actividades misioneras. Sus jóvenes hombres y mujeres dan sus talentos en todas las partes del mundo.

Nos interesamos también por nuestros hermanos no católicos, y sobre ellos y sus seres queridos invocamos abundantes gracias celestiales.

A vosotros, venerables hermanos y queridos hijos, a vuestras familias y amigos y por medio de vosotros a nuestros hermanos obispos, clero y de los Estados Unidos, concedemos, como prenda de todos los fieles abundantes gracias celestiales, nuestra bendición apostólica.

 



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