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PEREGRINACIÓN DEL PAPA PABLO VI A TIERRA SANTA

SALUDO DEL SANTO PADRE
A SU BEATITUD BENEDICTOS,
PATRIARCA GRIEGO ORTODOXO DE JERUSALÉN

Delegación Apostólica de Jerusalén
Sábado 4 de enero de 1964

 

Beatitud:

Nos alegramos de poder saludar a vuestra beatitud con ocasión de nuestra peregrinación a Tierra Santa y comprendemos el profundo significado que reviste este encuentro en Jerusalén.

Ante todo, nos apresuramos a darle las gracias por la acogida que su clero y sus fieles nos han dispensado. Nos sentimos emocionados por los gestos de caridad y de afabilidad de que hemos sido objeto. Hemos podido apreciar también con alegría que reina actualmente una atmósfera de leal colaboración entre su comunidad, la comunidad católica y la comunidad armenia para los trabajos de restauración en la iglesia del Santo Sepulcro. Este santuario es el más precioso que pueda existir en el mundo para un corazón cristiano. Pues es el lugar mismo donde Dios “quiso reconciliar consigo a todos los seres por medio de Cristo estableciendo la paz con la sangre de su Cruz” (Col 1, 20), donde Cristo, resucitando glorioso, se convirtió en el principio de nuestra vida, la promesa de nuestra Resurrección; la única Cabeza en la que todo debe ser recapitulado (Ef 1, 10).

Es altamente simbólico que, a pesar del peso de la Historia y de las numerosas dificultades, los cristianos dolorosamente separados trabajen unidos para restaurar este templo que ellos construyeron en la unidad y que sus divisiones hicieron cayera en la ruina.

Es nuestro voto más ansioso que la caridad reine cada vez más entre todos, una caridad verdadera, una caridad sin tensiones, aquella que era el signo por el cual se reconocían en la antigua Iglesia los discípulos de Cristo: “¡Mirad cómo se aman!”.

Sabemos cuál ha sido la parte personal de vuestra beatitud en este cambio de clima, conocemos los esfuerzos hechos de una parte y de otra para eliminar los puntos de fricción, por lo que le expresamos nuestra profunda alegría y toda nuestra gratitud.

Que el Dios de la paz haga descender abundantemente su gracia sobre vuestra beatitud, sobre su clero y sobre todos los hijos de la Ciudad Santa.

 


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