Index   Back Top Print

[ ES  - IT ]

DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
A LOS COMPONENTES DEL CONSEJO EPISCOPAL ITALIANO POR AMÉRICA LATINA


Miércoles 26 de febrero de 1964

 

Venerables hermanos:

No es preciso que os hablemos de América Latina, de sus necesidades, de sus peligros, de sus perspectivas, de sus esperanzas. Ya conocéis las condiciones religiosas de aquel inmenso continente. Por ello no es necesario que os exhortemos a pensar, a orar, a sufrir, a trabajar por aquella gran parcela de la Iglesia católica, que pasa por una hora decisiva en su existencia: O superar con un esfuerzo apostólico, preñado de heroísmo pastoral y de conquista la desproporción de sus estructuras con relación a sus necesidades numéricas, culturales y religiosas de aquellos países, o quedar arrollada por la primacía de los fenómenos antirreligiosos, o arreligiosos, o acatólicos, quizás hasta perder aquellas tierras bautizadas por la Iglesia, su tradicional, auténtico y distintivo nombre cristiano. Tampoco es preciso que os hablemos de la obra emprendida con corazón magnánimo y positivo designio, por el Episcopado italiano, dignamente émulo de las virtudes apostólicas del Episcopado de otras naciones, para dar a América Latina lo que mayormente necesita: buenos sacerdotes; sacerdotes en número creciente, capaces de despertar las ocultas, ricas y originales energías espirituales de aquellas poblaciones.

Por fortuna, estos discursos son ya superfluos para vosotros, venerados hermanos, porque tocan temas que preocupan ya vuestra conciencia episcopal, dando lugar a diversas iniciativas, que en conjunto vais desarrollando y difundiendo.

Pero hay que advertir, para vuestra alabanza y común satisfacción, que se ha dado el primer paso, acaso el más difícil, la idea está afirmada, el propósito concebido, y la obra está iniciada. Damos gracias al Señor de que os haya llamado, empeñado y capacita-do para tan gran empresa: “El que inició en vosotros la obra buena, le dará fin” (Flp 1, 6).

Por ello hay que afirmar y si queréis, dar a conocer que la Santa Sede, y a través de ella quien os habla, vuestro hermano, llamado a la “solicitudo omnium ecclesiarum” (2 Cor 11, 28) mira con emocionado y consolado interés la actividad que habéis emprendido, y la de los demás Episcopados sobre una misma labor; busca en el corazón de Cristo las razones para encomiar, para sostener, para alentar esta nueva y apostólica labor: “Cuanto hicisteis con uno de estos pequeñuelos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 20) ; y también en el Apóstol Pedro las palabras confortadoras de vuestra caridad, que, aún en la escasez de sus recursos locales, encuentra oportunidad de ponerla al servicio de un prójimo lejano: “Cada cual, conforme al don que recibió, servid con él a los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 P 4, 10).

Y hemos de manifestar también nuestro agradecimiento a cuantos han prestado y prestan a vuestras luminosas y generosas iniciativas en favor de la querida América Latina, adhesión, ayuda, consejo, apoyo, Nos mismo somos tan solidarios con esta iniciativa que nos sentimos viva y personalmente obligados a quienes la sostienen con sus aportaciones.

También hemos de decir unas palabras, llenas de paternal complacencia y de emocionada esperanza, a los primeros sacerdotes italianos, que, por las gestiones de este Consejo Episcopal han partido ya a América Latina, los acompaña nuestro espiritual recuerdo; los sostiene nuestra oración. Los mismos votos reservamos para los seminaristas y sacerdotes que se disponen a seguir la senda de quienes han llegado ya al campo lejano de trabajo, a ellos nuestro alentador saludo. Debemos también, a este propósito, manifestar una vez más nuestra admiración por la construcción y funcionamiento del Seminario de “María Santísima de Guadalupe” en Verona. ¡Qué obra! ¡Qué promesa! Verona, una vez más, demuestra, en la sagaz y animosa caridad de su obispo, la maravillosa fecundidad católica de aquella Iglesia; sea también citada por Nos como ejemplo, y por Nos bendecida.

Y que nuestra bendición se extienda a vuestras personas, venerados hermanos, a vuestras respectivas diócesis, a todos aquellos que con vosotros comprenden y promueven la obra de fraternidad y de solidaridad en pro de las queridas naciones de América Latina; y también queremos conseguir los favores divinos para vuestras personas, obras y cosas, comprometidas en la ardua y providencial empresa apostólica, expresándoos a todos nuestro voto y nuestro mandato: ¡Perseverad y creced!, in nomine Domini!



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana