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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
A LOS PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO
INTERNACIONAL SOBRE LOS PROBLEMAS
DE LA ASISTENCIA TÉCNICA
Y DE LA FORMACIÓN DE CUADROS DIRIGENTES
EN LOS PAÍSES EN VÍAS DE DESARROLLO
*

Sábado 9 de mayo de 1964

 

Estimados Señores:

Vuestro "Encuentro Internacional sobre los problemas de la Asistencia técnica y de la formación de cuadros dirigentes en los países en vías de desarrollo" encuentra en Nos un interlocutor vivamente interesado en el objeto de vuestra reunión y muy feliz, en consecuencia, de recibiros en el Vaticano.

Nos no tenemos la intención ni la posibilidad de entrar con vosotros en el detalle de los múltiples aspectos –económicos, culturales, sociológicos, metodológicos– del amplio problema de la asistencia técnica. Pero el mismo hecho de vuestra presencia aquí demuestra vuestra sensibilidad hacia la referencia espiritual de vuestras investigaciones y constituye para Nos una invitación a reflexionar un instante con vosotros sobre el particular.

En dos Encíclicas justamente célebres –Mater et Magistra y Pacem in terris– Nuestro predecesor Juan XXIII definió claramente la actitud de la Iglesia en este terreno de las relaciones entre pueblos más desarrollados y pueblos en vías de desarrollo. Puso de relieve el espíritu que debe inspirar estas relaciones: espíritu de solidaridad y de caridad; cuidado por respetar la individualidad y el carácter del país "asistido"; acción desinteresada, alejada de toda mira de expansión económica, así como de toda dominación política. Y denunció con mucho vigor el peligro .que acecha a los pueblos económicamente desarrollados en la acción que desenvuelven hacia los pueblos en vías de desarrollo: el de considerar el progreso científico y el bienestar material como valores supremos, mientras no son más que servidores de los verdaderos valores humanos, los valores del espíritu.

El problema de la asistencia técnica en efecto, no se resuelve con una simple suma de cantidades económicas; comprende todo el hombre, y por lo tanto ante todo su alma, su inteligencia, su corazón. El doble movimiento del país "asistente" hacia el país "asistido" y viceversa –envío de expertos y recepción de estudiantes becados – no puede ser reducido a un simple proceso mecánico; es un diálogo que se entabla entre culturas y civilizaciones diversas, un dialogo centrado en el hombre y no en las mercancías o en las técnicas; el desarrollo no debe hacer nacer el riesgo de materializar a los pueblos que se benefician de él, sino por el contrario darles los medios para perfeccionarse, elevarse y por consiguiente espiritualizarse; además, podrán establecerse relaciones durables fecundas por el hecho de que la asistencia pasará, pero las relaciones seguirán: es fácil ver cuál será su importancia para la paz del mundo o, por el contrario, para mantener el desacuerdo y la inseguridad general.

A este respecto, estimados Señores, una mirada sobre el pasado reciente de la Europa industrializada puede ser rica de enseñanzas. Los progresos técnicos y materiales han sido admirables, ciertamente, y nadie piensa negarlo. Pero ha habido que deplorar con razón que haya faltado en ellos lo que un célebre filósofo contemporáneo llamaba "suplemento de alma", que hubiera permitido asimilar plenamente esas nuevas y rápidas adquisiciones y sacar de ellas todo el partido que el hombre podía y debía sacar para el verdadero bien de la sociedad.

¿Se permitirá que estos errores se repitan en las naciones nuevas, sin prever, paralelamente al progreso material, el progreso moral y espiritual, que es lo único que puede equilibrar a aquél?

Estos pueblos jóvenes y llenos de promesas rechazan el materialismo. ¡Qué magnífico porvenir se abriría ante ellos si los expertos que se les envía fueran no sólo técnicos, sino también animadores y educadores, si la calidad espiritual y moral de la enseñanza dada en Europa a las futuras élites de los países "asistidos" fuera tal que les garantizara un desarrollo no sólo material y técnico, sino humano!

Si ha habido que deplorar el atraso de ciertas naciones latinas en la asistencia técnica, vosotros comprendéis que esta deficiencia podría ser compensada por el valor humano y espiritual de la asistencia, tan conforme a las tradiciones de nuestra civilización impregnada de cristianismo. Y comprendéis también que los responsables de la asistencia técnica podrían transformarse en valiosos instrumentos para la transmisión de esta herencia de las viejas cristiandades a los pueblos que acaban de entrar en el escenario internacional.

Estas son, Señores, algunas de las reflexiones que Nos sugieren las actividades a las que vosotros entregáis lo mejor de vuestras energías. Nos deseamos vivamente que sean cada vez más fecundas y bendecidas por Dios. Agradeciéndoos la visita que habéis querido hacernos, Nos os impartimos de todo corazón, así como a vuestros familiares, la Bendición Apostólica.


*ORe (Buenos Aires), año XVI, n°729, p.2.

 



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