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RADIOMENSAJE DEL SANTO PADRE PABLO VI
A UN CONGRESO INTERNACIONAL DE LA JUVENTUD OBRERA CRISTIANA


Sábado 1 de agosto de 1964

 

Queridos hijos e hijas de la Juventud Obrera Cristiana:

Nos estamos presente en medio de vosotros para felicitaros, y nos alegramos con vosotros de este gran “rally” europeo que os reúne en Estrasburgo. Dos mil delegados, más de veinte mil participantes de catorce naciones en la capital de Alsacia, esta ciudad cuya vocación europea parece inscrita desde siempre en la geografía y en la historia. ¡Qué hermoso espectáculo, en verdad! ¡Cuán reconfortante y alentador!

Nos saludamos en vosotros en primer lugar a la juventud obrera, la que conoce el trabajo y la fatiga, la que sabe mejor que los demás el valor del esfuerzo y del sacrificio, la que siente con pena la falta de consideración a su dignidad y, quizá, a veces también un insuficiente reconocimiento de la sociedad a todo lo que aportan vuestras fuerzas juveniles y llenas de promesas. Queridos hijos: que todo esto no disminuya vuestra fe y vuestro valor. No dejéis nunca que el abatimiento, la desilusión, el pesimismo penetren en vuestras almas, Sobre todo, mantener intacto vuestro orgullo de pertenecer al mundo del trabajo. Que todas las experiencias que hacéis exalten vuestras almas y las estimulen a querer y construir, hoy para vosotros y mañana para vuestros hijos, un mundo más humano, más justo, más fraternal.

Saludamos en vosotros a la Juventud Obrera Cristiana, la que Dios ha suscitado en el corazón de nuestro siglo por medio de uno de sus sacerdotes, vuestro admirable e infatigable fundador, vuestro y nuestro querido monseñor Cardjin. Gracias al fuego comunicativo que él ha sabido encender en el corazón de otros sacerdotes, gracias a los militantes que han formado la J. O. C., os ha enseñado a ser dignos hijos de la Iglesia, verdaderos apóstoles de Cristo, valientes testigos de su evangelio entre vuestros hermanos de trabajo. Todo esto evoca esta nueva palabra que ha entrado en el lenguaje de los hombres, el hermoso nombre jocista que millares de jóvenes llevan hoy erguida la frente ante el mundo.

Queridos hijos: Este es vuestro título de nobleza. Esforzaros en ser cada día más dignos de él. No olvidéis nunca que la J. O. C. es primero y, ante todo, un movimiento apostólico.

Nos saludamos, finalmente, en vosotros a la juventud obrera cristiana europea deseosa de desarrollar un espíritu internacional y comunitario entre los jóvenes trabajadores de catorce países, y atenta a mostrar que los jóvenes obreros cristianos se interesan por los problemas de Europa y desean participar en la construcción de este continente. A esto también, queridos hijos, la Iglesia os anima. Pues nada de lo que se relaciona con los hombres le es indiferente. Ella lo sabe bien que el mundo se encamina, por etapas, hacia su unidad. Trabajad, pues, como vuestro movimiento os incita, en descubrir las situaciones en que se encuentran los jóvenes trabajadores europeos de hoy, sugerirles las mejoras eventuales a conseguir en las diversas legislaciones sobre el trabajo de los jóvenes. Proponed, incluso audazmente, aplicaciones prácticas, sea en la empresa, escuela, familia.

Con la elaboración del estatuto del Joven Trabajador de Europa contribuiréis con un espíritu no de reivindicación, sino de servicio; no de antagonismo y rivalidad, sino de armonía y ayuda fraternal; no de crítica negativa, sino de eficacia constructiva. Y haciendo esto habréis trabajado por vuestra parte a poner los fundamentos de una Europa pacífica y unida, preludio de un mundo donde los hombres puedan conocerse, estimarse y amarse. Que vuestro “rally” os haga sentir mejor el valor de este gran movimiento fraternal de los jóvenes trabajadores cristianos y os estimule a llevar a vuestros hermanos a Aquel que es la fuente y el seguro modelo, Cristo. Es su amor el que os reúne hoy alrededor del altar. Que éste sea siempre el motor de vuestra unión, de vuestra alegría y de vuestro espíritu conquistador.

Adelante, queridos hijos e hijas de la Juventud Obrera Cristiana. La Iglesia os sigue con amor y pide la gracia para que vuestro apostolado sea fecundo. A todos, consiliarios, organizadores, delegados, jóvenes trabajadores y trabajadoras presentes en Estrasburgo, y a todos los jocistas dispersos en el mundo, que también están unidos a vosotros en estos momentos con el pensamiento y el corazón, Nos otorgamos, en prenda de nuestro paternal amor, una grande y afectuosa bendición apostólica.



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