DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE BOLIVIA
ANTE LA SANTA SEDE*
Jueves 31 de marzo de 1966
Señor Embajador:
Gracias por las nobles expresiones con que Vuestra Excelencia ha querido realzar este solemne acto en el cual acabamos de recibir de vuestras manos las Cartas Credenciales que os acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de vuestro País ante la Santa Sede. Tened la seguridad de que vuestros delicados sentimientos han encontrado un eco de profunda gratitud en Nuestra alma.
Bolivia, «promontorio de América» en el corazón del Continente, con sus altas cumbres de nieves perpetuas, con sus lagos y ríos maravillosos, con sus llanos selváticos, a veces inaccesibles, dicen que subyuga y fascina a cualquiera que ame el misterio del color y el arte. Mas por encima de todas sus bellezas, mucho mas aún que las riquezas que encierran avaras las entrañas de su suelo, al asomarnos al panorama de su historia, son los valores espirituales de su Pueblo lo que nos cautiva y atrae.
Fue gloria de Bolivia y mérito de la Iglesia —por no citar más que una— la Universidad de San Francisco Javier en la actual Sucre. Durante cuatro siglos Bolivia ha sabido mantenerse fiel al mensaje cristiano que, tras el descubrimiento, misioneros intrépidos sembraron entre sus nativos desde la antigua Santa Cruz hasta la región cimera de La Paz.
Mas la preservación de este patrimonio no se obtiene sin esfuerzo vigilante, sin tensión de lucha, sin cultivo continuado y perseverante. Por eso mirando al porvenir, ante los problemas con que ha de enfrentarse la profesión de la fe cristiana, saludamos con esperanza cuantas iniciativas se realizan para suscitar y cuidar las vocaciones eclesiásticas o religiosas —es del año pasado, por ejemplo, la inauguración del Seminario de San José en Cochabamba—, ya para enriquecer con energías nuevas las filas de los operarios del evangelio - alabamos la buena acogida que se presta a los Sacerdotes y Familias Religiosas que otros Países generosamente ofrecen -, ya para promover la formación religiosa, cultural y social de las jóvenes generaciones —aquí podríamos referirnos a la esforzada labor de las instituciones de la Iglesia en el campo de la enseñanza—. La Iglesia no puede menos de alentar lo que se hace para fomentar la concordia y buena armonía de todos los miembros de la comunidad nacional, mediante el alumbramiento o utilización de la riqueza, con la equitativa distribución de la misma particularmente entre los más pobres, por medio del acercamiento al bienestar de los sectores y niveles más humildes de la sociedad.
Vuestra venida a esta Representación, Señor Embajador, tiene lugar después que en la trayectoria de vuestra vida figuran, en larga cadena, servicios prestados al País, sobre todo, en el campo político y diplomático: tan acreditada experiencia es un buen presagio para esta nueva misión que vuestro Gobierno os ha asignado. Ciertamente que en el desempeño de ella no os ha de faltar el apoyo y la confianza de la Santa Sede, siempre deseosa de que se consoliden cada vez más las felices relaciones que con Bolivia la vinculan.
Tened la bondad de manifestar al Excelentísimo Señor Presidente de la Junta de Gobierno y a sus distinguidos colaboradores el aprecio con que recibimos su deferente saludo y los fervientes votos de paz y de progreso con que a él correspondemos. Para Bolivia entera, y para Vuestra Excelencia en particular, invocamos la abundancia de las bendiciones del Cielo prenda de la que con todo el corazón en estos momentos les otorgamos.
*AAS 58 (1966), p.311-312.
Insegnamenti di Paolo VI, vol. IV, p.151-152.
L'Osservatore Romano 1.4.1966, p.1.
L’Attività della Santa Sede 1966, p.236-237.
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