DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL MINISTRO DES ASUNTOS EXTERIORES
DE LA REPÚBLICA DE LOS ESTADOS UNIDOS DEL BRASIL*
Martes13 de septiembre de 1966
Señor Ministro:
Con gran placer Nos recibimos, en Nuestra residencia veraniega, la visita que V. E. ha querido hacernos, en calidad de Ministro de Relaciones Exteriores de la República de los Estados Unidos del Brasil.
Al darle la bienvenida, Nuestro pensamiento se dirige espontáneamente hacia la gran Nación que V. E. representa, Nación que Nos tuvimos la dicha inolvidable de conocer personalmente, cuando éramos Pastor de la Iglesia metropolitana de Milán, que nos acogió con expresiones de la más alta estima y consideración y que nos proporcionó impresiones y experiencias que quedaron grabadas para siempre en Nuestro espíritu; se dirige de modo especial hacia su noble pueblo que, fiel a las tradiciones cristianas y cívicas de sus antepasados, trabaja con ahínco para asegurarse el propio bienestar espiritual y material y para contribuir también a la prosperidad de los pueblos hermanos de las demás naciones.
La gloriosa historia religiosa del pueblo brasileño, que tuvo sus comienzos en los mismos albores del descubrimiento con la celebración de la Santa Misa y que posteriormente, se fue desarrollando a través de cuatro siglos de afirmaciones cada vez más importantes por medio de la actividad llena de abnegación de los misioneros, de la organización progresiva de la Jerarquía y del Clero, del benéfico establecimiento de las Ordenes y Congregaciones religiosas, de la creación y expansión de las obras con las que la Iglesia atiende a las almas, hace que esta Sede Apostólica nutra fundadas esperanzas de que el Mensaje evangélico, que ese pueblo recibió con tan grande buena voluntad, pueda producir los frutos cada vez más abundantes de una fe viva y operante, de una práctica religiosa sincera y fiel y de integras y buenas costumbres.
Las grandes riquezas naturales que la Providencia divina le asignó, constituyen para él una valiosa fuente de progreso económico que, satisfaciendo ante todo sus exigencias internas, un día redundará también en beneficio de toda la familia de los pueblos.
Su índole pacífica, ordenada y laboriosa, fruto de la integración de grupos étnicos tan diversos en una sola comunidad nacional, y su aspiración constante por una promoción social que esté en armonía con las profundas exigencias de la humanidad, representan para el pueblo brasileño las premisas de un considerable desarrollo en todos los sectores de la vida, desarrollo que, acompañado por adecuadas iniciativas, le permitirá, sin duda, recorrer rápidamente el camino de la prosperidad que hoy la ciencia y la técnica ofrecen a los hombres.
El pueblo brasileño tiene hoy la satisfacción de ver en fase de gradual realización todo este progreso espiritual y material y, con la tenacidad que lo caracteriza, se esfuerza por intensificarlo aún más, asegurándose así, honrosamente, el lugar que le corresponde en el concierto pacifico de las Naciones hermanas.
Estos son, Señor Ministro, los pensamientos que espontáneamente afluyen a Nuestra mente, al dirigir Nuestro afectuoso saludo a V. E., al gobierno que V. E. dignamente representa y al pueblo de su noble Patria, sobre quienes imploramos de Dios, con toda Nuestra estima y afecto, las más abundantes gracias de prosperidad y de paz, con Nuestra Bendición Apostólica.
*ORe (Buenos Aires), año XVI, n°724, p.6.
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