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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE TURQUÍA
ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 19 de enero de 1967

 

Señor Embajador,

Ante todo, deseamos agradecerle las palabras tan atentas y cordiales que acaba de dirigirnos, al entregarnos las cartas que lo acreditan oficialmente en su carácter de Embajador de Turquía ante la Santa Sede.

Bajo el Pontificado de Nuestro predecesor Juan XXIII, la noticia de que se habían establecido las relaciones diplomáticas entre la Sede Apostólica y su país, fue para Nos un motivo de sincera satisfacción, y suscitó Nuestra más completa aprobación. Creemos que estas relaciones, hasta hoy, se han desarrollado en una atmósfera de mutua comprensión y de amistad; y no podemos dejar de felicitarnos por ello, mientras que tuna nueva confirmación de este hecho la constituyó la reciente elevación al rango de Pro-Nuncio Apostólico del Delegado, primero, e Internuncio después, en Turquía.

Como deseábamos poner personalmente de manifiesto, de algún modo, Nuestros sentimientos, a través de un gesto que pudiese ser del agrado de las Autoridades de la Turquía contemporánea, fue una alegría para Nos devolver un antiguo estandarte capturado en los tiempos de la batalla de Lepanto, el cual, desde entonces, se encontraba en las colecciones del Vaticano.

Esto le indica, Señor Embajador, cuáles son Nuestros sentimientos con respecto a su grande y hermosa nación. Tenemos la convicción de poder asegurar a usted que los miembros de la Iglesia católica que viven en su territorio, profesan la más sincera fidelidad a las Autoridades del país. Si la Iglesia se preocupa a fin de que los Poderes civiles reconozcan siempre los derechos de sus hijos y les garanticen una completa libertad de acción, ella, por cierto, no tiene ninguna intención de disminuir sus obligaciones de ciudadanos y de súbditos. Es más, la fe que profesan les impone el deber de no ser inferiores a nadie por todo lo que respecta al apego por la patria y al justo respeto que se le debe a las Autoridades legítimas.

Conocemos el enorme programa de desarrollo económico y de progreso social en el que se encuentra actualmente empeñado su país y no dudamos de que Nuestros hijos católicos contribuirán con todas sus fuerzas, cada uno según sus posibilidades, en esta gran obra, brindando así un testimonio del noble ideal espiritual y moral que los inspira.

Al desearle la bienvenida en. Nuestra casa; sentimos la obligación de recordar conmovidos a su predecesor, el lamentado general Ihsan Kiziloglu, cuya prematura desaparición sintieron tan hondamente todos aquellos, que pudieron apreciar su distinción y sus elevados sentimientos.

No Nos queda más que invocar sobre .Usted la asistencia de Dios Omnipotente, a fin de que su misión, que hoy comienza, tenga el más feliz de los desarrollos; y Usted, en el cotidiano cumplimiento de la misma, podrá contar siempre con Nuestra completa comprensión y con Nuestro benévolo apoyo.


*ORe (Buenos Aires), año XVII, n°741, p.9.

 



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