DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL SR. PAUL VANDEN BOEYNANTS,
PRIMER MINISTRO DE BÉLGICA*
Lunes 29 de mato de 1967
A pocas semanas de la visita que Vuestra Excelencia tuvo a bien hacernos en forma privada, tenemos la dicha de recibiros hoy en forma oficial como Primer Ministro de un País al que nos unen antiguos lazos de estima y de afecto.
No hace mucho más de un año que Vuestra Excelencia fue llamado, en mérito a la confianza de su Soberano y de su conciudadanos, a hacerse cargo de la dirección del Gobierno de Bélgica.
Nos pensamos que la abnegación que V. E. dedica al cumplimiento de esta misión; su sentido patriótico, su preocupación por el bien común, le permitirán de obtener resultados siempre más alentadores para el porvenir feliz y prospero de su querida Patria. Y la circunstancia que os trae a Roma testimonia, sin duda, la voluntad de vuestro País de contribuir activamente en la parte que le corresponde a asegurar la vitalidad de las nuevas instituciones europeas.
Bélgica, presente en la cita del Décimo Aniversario de los Tratados que instituyeron el "Mercado Común" el "Euratom", se honora de haber colaborado eficazmente y de múltiples maneras a este acercamiento fraternal entre las naciones, cuyos frutos se comienzan a recoger ahora. Ella ofrece dentro de su territorio una sede a la "Comunidad económica Europea». Grandes "europeos" han surgido de su seno, uno de los cuales, al menos, merece ciertamente ser mencionado aquí en este día: M Paul Henri Spaak, ya que él fue el primero que puso su firma al pie de los Tratados de Roma.
Esta evocación de los antecesores no disminuye en absoluto el mérito de sus continuadores. El Evangelio nos lo enseña: uno es el sembrador y otro el segador. Pero tanto uno como el otro participan, en el gozo de la siega. Uno y otro honran a la comunidad, a cuya edificación han dedicado sus trabajos. ¡Que puedan ser seguidos por muchos otros para alcanzar el equilibrio perfecto y el desarrollo feliz de esta Europa portadora de tan rico patrimonio de historia y de cultura!
En el corazón de esta Europa, Bélgica afronta con coraje sus problemas particulares, cuya complejidad nadie podrá desconocer. Nos pensamos, en particular, en aquellos que se derivan de la armonía que habrá que establecer entre las tradiciones religiosas del País y las exigencias del desarrollo de un Estado moderno, y es Nuestro desea recordar ante V. E. a este propósito una institución que nos es particularmente querida en razón de los eminentes servicios que ha brindado a la Iglesia: la Universidad Católica de Lovaina. Que nos sea permitido expresar Nuestro deseo de que el concurso de todas las buenas voluntades logre asegurar a este destacado hogar de ciencia y de cultura un porvenir digno de su glorioso pasado.
Con estos deseos en el corazón y en Nuestros labios nos complacemos, Señor Primer Ministró, en, recibiros hoy en el Vaticano. A tales votos, Nos unimos los que formulamos al Señor Ministro de los Asuntos Extranjeros, al Señor Ministro de las Asuntos europeos y a las otras distinguidas personalidades que os rodean, a toda la noble Bélgica, a sus Soberanos y a su laboriosa población, cuyos sentimientos cristianos y adhesión a la Iglesia Nos conocemos perfectamente y sobre quienes así como sobre Vos mismo y sobre vuestra familia Nos invocamos de todo corazón la abundancia de las divinas Bendiciones.
*ORe (Buenos Aires), año XVII, n°757, p.3.
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