DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRIMER EMBAJADOR DE GABÓN*
Jueves 17 de octubre de 1968
Señor Embajador:
Con alegría os deseamos la bienvenida al Vaticano y recibimos en vuestra persona ah primer representante oficial enviado por Gabán ante Nos. La entrega de vuestras Cartas Credenciales en Nuestras manos marca, como Su Excelencia acaba de decirlo, una fecha histórica, feliz a la vez – pensamos – para la Santa Sede y para vuestra joven República.
No solamente a partir de hoy la Iglesia Católica mantiene buenas relaciones con vuestro país. Desde los tiempos de Nuestro Predecesor Gregorio XVI se había creado el Vicariato Apostólico llamado entonces «de las dos Guineas», que, entre otros, comprendía el territorio actual de Gabón, y que fue confiado por el Pontífice a la joven Congregación fundada para el apostolado entre los Negros por el venerable François Libermann. Los primeros misioneros desembarcaron en las costas de Gabón en 1844 y entonces comenzó con lentitud y a través de las pruebas inherentes a toda empresa apostólica la historia de la penetración progresiva de la semilla evangélica en vuestra patria. A más de un siglo de distancia, todos pueden comprobar que ha echado allí sólidas raíces. La obra de los Padres del Espíritu Santo, al poco tiempo ayudados por los Hermanos de San Gabriel y por muchas comunidades femeninas, se ha afirmado y ampliado y Gabón, con sus 250.000 cristianos – se puede decir la mitad de la población total del país – ofrece actualmente, e1 espectáculo de una cristiandad floreciente.
Junto a los heraldos del Evangelio, sería justo citar también a los osados exploradores gracias a los cuales vuestro país comenzó a adquirir su notoriedad en el concierto de los pueblos no africanos. Una razón especial nos invita a mencionar aquí a uno de ellos, sin duda el más célebre Savorgnan de Brazza, italiano de origen, naturalizado francés, que había nacido en Castelgandolfo, a pocos pasos de la residencia de verano de los Papas.
Pero la visita de Vuestra Excelencia nos sugiere volver ahora al presente más bien que al pasado. Consciente de su personalidad y de su unidad nacional, Gabón ha tomado en mano de ahora en adelante su destino. El buen entendimiento reina en él, por lo que sabemos, entre los católicos y los que profesan una fe diferente, y nos place pensar que, entre los habitantes del país, Nuestros hijos no son los últimos en dar ejemplo de lealtad hacia las autoridades del país.
Como Su Excelencia lo ha recordado justamente, las autoridades aprecian los principios de orden moral y espiritual que inspiran a la Santa Sede y se muestran interesadas en promover dos grandes causas a las que la Santa Sede da su apoyo, considerando que son capitales para el feliz porvenir del género humano: la causa de la paz y la del desarrollo. Ambas causas están vinculadas, y la paz – tanto interior como internacional – depende en gran parte de la acción de los gobiernos en pro de una distribución equitativa de las riquezas nacionales en todos los niveles de la población, ya se trate de riquezas materiales o de riquezas culturales. Tal es, pensamos, el deseo de las autoridades de Gabón, y vemos un feliz indicio de esto en el esfuerzo considerable que con la ayuda de la Iglesia realizan en el plan de escolaridad. Ellas se han honrado igualmente en el dominio de la asistencia al haber recibido recientemente a numerosas víctimas inocentes de la tragedia que asuela a un Estado vecino.
Su Excelencia ha formulado la esperanza de ver que se desarrollen felizmente las relaciones que se inician hoy. Nos podemos asegurarle que este deseo es compartido aquí plenamente y que encontrará siempre en Nos comprensión y apoyo para el ejercicio de su misión. De todo corazón, invocamos sobre Su Excelencia y sobre su familia, así como sobre las autoridades y el pueblo de Gabón, la abundancia de las bendiciones divinas.
*ORe (Buenos Aires), año XVIII, n°823, p.6.
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