DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
A LOS DELEGADOS DE LOS GOBIERNOS
ANTE LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO*
Martes 10 de junio de 1969
Queridos Señores:
Después de haber conmemorado solemnemente ante la Conferencia general, el 50° aniversario de la Organización Internacional del Trabajo, Nuestro deseo hubiera sido poder acercarnos personalmente a cada uno de los que componen las tres grandes ramas de esta grandiosa institución: los hombres de Gobierno, los delegados de los Trabajadores, los representantes de los Empresarios.
Un horario demasiado cargado nos obliga a contentarnos con un saludo colectivo a cada uno de estos grupos: estad seguros, al menos, de que la obligada brevedad no quita nada, por lo que a Nos concierne, al gozo ni a la cordialidad de este encuentro.
El grupo altamente calificado al que Nos tenemos el honor de dirigirnos ahora es, sin duda, el que desempeña un papel preponderante y una responsabilidad mayor. En las decisiones elaboradas aquí en fraternal colaboración con los Delegados de los Trabajadores y de los Empresarios, aportáis el punto de vista de los Gobiernos, que es lo igual que decir de la autoridad que estará encargada de aplicar, en los diversos Países, vuestras decisiones comunes.
¿Es exagerado afirmar que está en vuestras manos la suerte de innumerables trabajadores de todo el mundo, que vuestras deliberaciones pueden significar para ellos el alivio de cargas a veces intolerables, el reconocimiento efectivo de los derecho esenciales, en una palabra, un más alto nivel de vida y de bienestar humano?
Vosotros comprendéis que esta es una tarea, ante la cual la Iglesia no puede quedar indiferente y que constituye el motivo de Nuestra presencia hoy en Ginebra. Aceptando la invitación de vuestro Director General, Nos queremos demostrar una vez más que la Iglesia está apasionadamente interesada por la suerte de los Trabajadores y por la acción de cuantos tratan de mejorarla: vosotros, Señores Delegados de los Gobiernos ante la O.I.T., tenéis en este aspecto una posición de primer rango. Por ello Nos deseamos dirigiros un saludo muy particular, más bien una palabra de agradecimiento: la gratitud de la Iglesia católica por la excelente actividad que desplegáis aquí en favor de vuestros hermanos del mundo del trabajo.
Nos formulamos ardientes votos, Señores, por el éxito creciente de estas actividades. Y de todo corazón Nos invocamos sobre vuestras personas, familias y Patrias, bendiciones abundantes de Dios Todopoderoso.
*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.24, p.6.
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