DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS OBISPOS QUE ACUDIERON A LA
CANONIZACIÓN DE MARÍA SOLEDAD TORRES ACOSTA
Lunes 26 de enero de 1970
Señores Cardenales
y Venerables Hermanos en el Episcopado:
Este breve encuentro con vosotros Nos permite reiteraros el afectuoso saludo que ayer os dirigimos, expresaros nuestra gratitud por la colaboración que prestáis a nuestro ministerio universal y aseguraros el interés con que seguimos vuestras actividades pastorales.
Queremos, ante todo, deciros que estamos muy cerca de vosotros, compartiendo gozos y solicitudes; que os alentamos en el esfuerzo decidido que hacéis y haréis teniendo la mirada y el espíritu proyectados a los problemas implorantes de vuestras diócesis, intensificando el apostolado según el ritmo de las necesidades imperiosas de los tiempos y a tenor de las legítimas aspiraciones de la sociedad.
No os faltan, ni nos faltan, preocupaciones al constatar y afrontar los problemas relacionados con la juventud, con los seminarios, con el mundo del trabajo, con el enfriamiento de la fe y del sentido moral: problemas cada días más insoslayables y que el pasar del tiempo agravaría si no se adoptasen medidas clarividentes y proporcionadas. Mas tampoco han de faltaros serenidad, confianza y optimismo. Son muchas, son mayoría, las energías buenas y las iniciativas valientes y consoladoras que hay en la Iglesia, como vuestras mismas diócesis lo demuestran con signos claros de vitalidad renovadora y creciente. Dios está con nosotros, invisible pero operante, cada día, hasta la consumación de los siglos. Y su estilo es: suscitar, aun en tiempos difíciles e inciertos - como la historia lo atestigua y la actualidad lo confirma - rutas seguras de apostolado, faros orientadores de santidad que guían el surco de la barca de Pedro y de la cristiandad en el mundo.
Al volver a vuestras Diócesis, id confortados con la visión esperanzadora de la Iglesia que no teme los tiempos nuevos porque tiene el fermento divino para restaurar todas las cosas en Cristo, porque cuenta con el servicio de Pastores como vosotros a quienes nos complacemos en otorgar, lo mismo que a los amadísimos sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de vuestras diócesis, una amplia Bendición Apostólica.
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