DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRIMER EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE COSTA DE MARFIL
ANTE LA SANTA SEDE*
Viernes de 14 mayo de 1971
Señor Embajador:
Recibimos con gran interés esta mañana, en vuestra persona que nos resulta ya bien conocida, al primer Embajador de la República de Costa de Marfil y agradecemos a Vuestra Excelencia las amables palabras que nos ha dirigido.
No es preciso subrayar la estima que la Santa Sede siente hacia vuestro noble país, legítimamente orgulloso de su experiencia corno nación independiente. Somos consciente del importante lugar que ocupa Costa de Marfil en el corazón de África de lengua francesa, en la competición pacífica por el desarrollo, en la encrucijada de las civilizaciones europea y africana. La celebración del LXXV aniversario de la llegada de los primeros misioneros católicos dejó bien claro que la Iglesia está sólidamente arraigada en las poblaciones de Costa de Marfil, aportando el testimonio, de su fe, el ardor de su esperanza y el estímulo de su caridad. Por lo demás, este arraigamiento se ha visto confirmado hace poco con la elección de dos nuevos obispos autóctonos. Sí, la Santa Sede reconoce la vitalidad de la semilla cristiana en vuestro país, su originalidad en el seno de la Iglesia católica, la esperanza que representa para el futuro.
Agradecemos a las Autoridades de la República de Costa de Marfil el interés que ponen, como recordaba Vuestra Excelencia, en afirmar y desarrollar los valores morales y espirituales. Por otra parte, vuestras poblaciones tienen un sentido innato dedo sagrado y de la comunidad. Pero no podemos ignorar que el alma africana está sometida, como en todas partes ocurre y de forma acelerada, al viento de los grandes cambios económicos y sociales. Por eso necesita encontrar en sí misma y en la educación que se le ofrece los medios para enfrentarse con todos los problemas nuevos en un ambiente de paz y de diálogo, en la solidaridad y el respeto a la dignidad de cada uno y del bien común de todos, con la esperanza que da la fe en Dios, dueño de la vida eterna. En este sentido favorecéis el buen entendimiento entre todos los creyentes, su propio desarrollo y su participación en la labor común. Más de una vez vuestro gobierno ha deseado hacerse eco de nuestras iniciativas de paz y de humanidad con gestos que nos han conmovido mucho.
Como sabéis, nuestros hermanos e hijos católicos sólo piden vivir su fe y dar testimonio de ella en el respeto a todos y servir, en la medida de sus posibilidades, a la promoción social, cultural y espiritual de sus compatriotas, solidarizándose con los demás países de África y de la comunidad mundial.
Os encargamos de agradecer a Su Excelencia, el señor Presidente Felix Houphouët-Boigny, los afectuosos sentimientos que nos ha manifestado. Pedimos al Señor que le ayude, igual que a todo el pueblo de Costa de Marfil, en la vía del progreso social dentro de un desarrollo armónico e integral. Al comenzar vuestra misión ante la Santa Sede os damos, querido señor Embajador, nuestra paternal bendición apostólica.
*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.21 p.8.
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