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 DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL EMBAJADOR DE ETIOPÍA ANTE LA SANTA SEDE

Sábado 13 de enero de 1973

 

Señor Embajador:

Nos alegramos de poder saludaros y recibir las Cartas credenciales por las que Su Majestad Imperial Hallé Selassié os acredita como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ante la Santa Sede.

Os agradecemos el afable mensaje de buenos deseos que nos ofrecéis en esta ocasión de parte del Emperador y del pueblo de Etiopía y las amables palabras que nos habéis dirigido.

Conocemos muy bien a Su Majestad Imperial: le hemos saludado aquí en Roma y en Ginebra. Sabemos que es uno de los líderes eminentes de África y que su prudente consejo ha servido en muchas ocasiones a la causa de la paz en el continente. Somos igualmente consciente de que en el ámbito internacional el Emperador es asiduo promotor de los derechos e intereses de las naciones en vías de desarrollo, y sentimos por él una sincera estima y consideración.

No hace falta que hablemos de nuestro propio interés por los problemas del desarrollo. Los esfuerzos de la Iglesia católica en Etiopía, especialmente en los campos de la educación y ayuda médica, son un testimonio de la seriedad de nuestra preocupación e interés. Queremos expresar ahora nuestra gratitud por la benevolencia con que Su Majestad Imperial mira el trabajo e instituciones de la Iglesia católica en su país.

Nos parece natural que existan las más amistosas relaciones entre Etiopía y la Santa Sede en razón de la historia de la tradición cristiana de Etiopía. Admirarnos esa tradición que penetra en el pasado lejano y es discernible hoy en los grandes monasterios antiguos que mantienen una guardia silenciosa sobre las vastas montañas de Etiopía y encierran los secretos de siglos en su contemplación de la Palabra de Dios, en la belleza de su liturgia, en sus tesoros de arte religioso y manuscritos enriquecidos con la viva experiencia del Cristianismo.

Apreciamos también el espíritu de comprensión y ecumenismo que ha promovido este profundo sentido religioso, y esperamos con ilusión la cosecha de una mutua amistad y cooperación entre vuestro país y la Sede Apostólica.

Finalmente, pedimos que Dios bendiga a Su Majestad Imperial, a su familia y a todo el amado pueblo de Etiopía con los dones de la prosperidad, la paz y la felicidad.

A usted, personalmente, señor Embajador, le expresamos nuestros mejores deseos para el feliz cumplimiento de su misión.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.4, p.4.

 



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