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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE LIBERIA
ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 15 de junio de 1973

 

Señor Embajador:

Es un placer para nosotros el recibirle hoy con motivo de la presentación de las Cartas Credenciales que le acreditan a usted como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Liberia ante la Santa Sede. Le damos nuestra cordial bienvenida y le agradecemos el habernos transmitido los saludos y buenos deseos de su apreciado Presidente, su Excelencia el Dr. William R. Tolbert, Jr. These, sentimientos a los que afectuosamente correspondemos.

Como usted acertadamente ha dicho, vivimos en un mundo en el que las distancias se han hecho insignificantes, gracias a los maravillosos adelantos de la ciencia moderna. Los pueblos de todas las naciones pueden estrecharse entre sí más de lo que hasta ahora ha sido posible. Pero para estar a la altura de esta conquista, es necesario esforzarse por conseguir esa otra armonía de pensamiento y acción que es la única que puede garantizar el que los nuevos contactos y las comunicaciones contribuyan al verdadero progreso de la raza humana en un mundo presidido por los ideales de paz y de justicia.

Aprovechamos gustoso esta ocasión para reafirmar el deseo de la Santa Sede de seguir contribuyendo lo más posible al bienestar espiritual y el desarrollo integral de su país, y para ofrecer su asistencia en el futuro a los programas a que usted ha hecho referencia. Al ofrecer esta colaboración, la Iglesia católica se siente guiada únicamente por el mandato que ha recibido de su fundador Jesucristo de llevar a todos los hombres al conocimiento de su verdadero destino y de ayudarles a conseguirlo. Nosotros sentimos la satisfacción de que este afán sea plenamente apreciado y compartido por el Gobierno de la República de Liberia y por su pueblo.

Al reiterarle nuestra bienvenida, le pedimos tenga a bien asegurar a las autoridades de su país que las tenemos presentes en nuestras oraciones, a la vez que invocamos sobre ellas y sobre el pueblo al que ellas sirven las abundantes bendiciones del Todopoderoso.

Queremos asegurar a su Excelencia que la Santa Sede está siempre a su disposición para ayudarle en su cometido y le hacernos extensivos nuestros buenos deseos personales por el feliz éxito de su misión.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.26, p.4.

 



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