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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL EPISCOPADO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA

Lunes 28 de enero de 1974

 

Señores Cardenales,
venerables Hermanos en el Episcopado:

Es para Nos motivo de particular complacencia este encuentro tan deseado con vosotros, que nos permite reiteraros nuestro saludo afectuoso, nuestra benevolencia y también expresaros nuestra gratitud por vuestras reiteradas pruebas de inquebrantable fidelidad a esta Cátedra de San Pedro.

Haciendo corona a la nueva Santa y como fascinados por su atrayente figura y por el alcance de su obra, os vemos con gozo, reunidos en torno a Nos, provenientes de casi todas las Diócesis donde las Hermanitas de los Ancianos Desamparados dedican las primicias y los mejores esfuerzos de sus corazones consagrados. Tan nutrida representación de cardenales y obispos españoles, con el Presidente de la Conferencia Episcopal, nos hace más cercana la presencia cualificada de la Iglesia española que ocupa un lugar privilegiado en nuestros afanes y consuelos apostólicos.

Este encuentro fraterno nos ofrece la oportunidad de hacer con vosotros una breve reflexión sugerida por los ideales propuestos para el Año Santo. Sí, venerables hermanos, deseamos ardientemente que la celebración del Jubileo pueda promover en España un profundo incremento de vida eclesial, y que la unión y comunión en la caridad presidan en todo momento el dinamismo y renovación del catolicismo español. Unión de los fieles con sus Pastores, unión de éstos entre sí, unión de todos con Cristo, fuente y medio de unión vivificante para caminar compactos, sin titubeos, con valentía, con serenidad y confianza.

Esta comunión en la caridad que siempre ha sido necesaria, es hoy particularmente urgente, para hacer realidad la renovación espiritual querida por el último Concilio y poder así responder con mayor fidelidad a las expectativas del momento actual. La Iglesia en España, que cuenta con la reserva incalculable de sus fieles nobles, sinceros, sacrificados, devotos, no puede limitarse a vivir de su pasado, entretejido de iniciativas, virtudes y méritos. Tiene hoy una apremiante misión y no debe desmentirla. Esa misión, eterna, hay que rejuvenecerla y actuarla cada día para que la vitalidad y el mensaje de la Iglesia, incorporados consciente y valientemente al estilo de vida de cada uno de sus hijos y Pastores, contribuyan a que el hombre y la sociedad sean cada vez más dignos, más justos, más elevados moral y espiritualmente.

Sabemos bien los esfuerzos que en tal sentido estáis realizando para guiar a la Iglesia en España por un camino en consonancia con las mejores tradiciones y con las exigencias del Evangelio en las actuales circunstancias. En estos momentos de intimidad y de solemnidad, queremos aseguraros, en virtud de la arcana misión recibida de confirmar a los hermanos, que el Papa está con vosotros y os sigue muy de cerca, con interés y afecto especialísimos, en la tarea de renovación y de vitalización cristianas que os habéis trazado y que confiamos seguirá dando los frutos que deseamos.

Este nuestro servicio apostólico hacia vosotros, de compenetración y aliento, tratamos de realizarlo de todo corazón de diversas maneras y, normalmente, a través del Nuncio Apostólico quien tiene -mucho nos conforta el saberlo- vuestra total confianza lo mismo que, de modo especial, goza de la nuestra.

No quisiéramos terminar estas palabras sin encomendaros un encargo que estamos seguro haréis con especial agrado: llevad el paterno recuerdo del Papa a todos los sacerdotes españoles, vuestros eficaces colaboradores en las tareas descritas. Pensamos mucho en ellos, siempre con gran afecto, y los animamos a no desfallecer nunca en su ministerio, a vivir con escrupulosa y gozosa fidelidad su entrega a los ideales vocacionales y a conservar siempre una fraterna unión con vuestras personas y vuestras directrices pastorales.

Y también un cariñoso saludo a los ancianos, a los que sufren, a los pobres y a todos los fieles españoles, sobre los que invocamos desde lo hondo del corazón, por intercesión de Santa Teresa de Jesús Jornet, las mejores bendiciones divinas.

Con nuestra Bendición Apostólica.

 



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