DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA,
GERALD FORD*
Martes 3 de junio de 1975
Señor Presidente:
Nos ha agradado sobremanera el deseo manifestado por usted de visitarnos al final de este rápido viaje que por primera vez ha hecho a través de algunos países de Europa. Nos estamos seguros que este deseo subraya la importancia que usted atribuye a los aspectos morales de los problemas que han sido el tema de la intensa serie de encuentros tenidos en estos últimos días con algunas de las personalidades en cuyas manos está el destino de amplios sectores del mundo, especialmente de Europa y de Oriente Medio.
Estos encuentros han estado dedicados al examen de cuestiones difíciles de importancia no sólo política sino también militar, las cuales; además, desde el punto de vista de la defensa no pueden ser ignoradas por los responsables de la vida pública. Usted sabe que sólo escuchará de Nos exhortaciones y palabras de paz y de sincera y generosa colaboración para el progreso de todos.
Esta es nuestra Misión. Ella nos obliga a emplear todas Nuestras fuerzas para conseguir que nadie olvide la primacía de los valores espirituales y morales que, no menos que los intereses y preocupaciones económicos y militares deben regir la vida social.
Nos no podemos cerrar los ojos a la realidad de las relaciones de poder que casi inevitablemente surgen entre dos naciones y sus bloques, y que continuamente plantean problemas de equilibrio y desequilibrio. Pero Nos debemos alzar nuestra voz para recordar a todos que un orden internacional pacífico y humano no se puede basar en el poder sino en criterios de justicia, de respeto y comprensión de los derechos y necesidades de los demás, y en un espíritu de generosa cooperación de los más fuertes con los más débiles, en aras de un desarrollo común.
Bajó este aspecto Nos agrada poder ofrecerle la ayuda de Nuestro consejo y humilde colaboración para resolver las dificultades que llevan consigo tantos sufrimientos y peligros de pueblos siempre tan queridos para Nos, para establecer un sistema de relaciones internacionales que garantice mejor las exigencias de la armonía y la paz en la seguridad y la justicia, y para un mayor intercambió de servicios y bienes entre los pueblos y los continentes.
Sea esto prueba, señor Presidente, de la complacencia con la que Nos hemos recibido su visita y del interés y provecho de la conversación que Nos hemos podido tener con usted, jefe de una nación sobre la que pesan tan grandes responsabilidades.
Nos encomendamos a Dios los esfuerzos de todos los hombres de buena voluntad invocando para usted, señor Presidente, y para el pueblo al que representa, las bendiciones del Señor.
*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.23 p.4.
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