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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL EMBAJADOR DE GABÓN ANTE LA SANTA SEDE
*

Jueves 26 de junio de 1975

 

Señor Embajador:

acabamos de escuchar las palabras que Vuestra Excelencia ha querido dirigirnos al hacernos entrega de sus Cartas Credenciales.

Usted se ha complacido en subrayar la creencia en Dios, tan enraizada en el corazón de sus compatriotas, la obra benéfica de los misioneros, la función espiritual y pacífica de la Iglesia, las cordiales relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno de Gabón. Sí, todo ello constituye un motivo de esperanza para usted y para nosotros.

La Iglesia católica, como usted mismo ha dicho, tiene como primer objetivo la formación de los cristianos, bautizados y catecúmenos, en una fe sólida que obtenga de Dios, junto con la esperanza de una vida eterna con El, la fuerza de una caridad activa y abierta a todos. Con esto, ella está convencida de contribuir al desarrollo de todas las virtudes que permiten construir, ya aquí abajo, la sociedad a que aspiran todos los hombres: una sociedad justa, donde la vida, el honor y todos los derechos humanos sean respetados, una sociedad que anhela preparar para todos condiciones dignas de vida, gracias a los numerosos recursos del país, una sociedad fraterna. Son los mismos criterios sobre los que se edifica la paz internacional duradera, que tanto nos preocupa.

Este Año Santo nos ofrece la ocasión de un fraterno contacto con nuestros hermanos e hijos de todo el universo. África – cuya evolución, promesas de vitalidad y dificultades seguimos con mucho interés – tiene un lugar especial en estos encuentros. Nos alegra expresar esta afectuosa estima, no sólo a los católicos de su país, de los que también nosotros nos sentimos orgullosos, sino también a todo el pueblo de Gabón, sobre el que imploramos las bendiciones de Dios para que les guíe en el camino del progreso y de la paz.

Dígnese usted expresar a Su Excelencia el señor Presidente Albert Bernard Bongo nuestra gratitud por los votos de que usted se ha hecho intérprete, y el vivo recuerdo que guardamos de su cordial visita. Y a Vuestra Excelencia, que inaugura hoy sus funciones de Embajador ante la Santa Sede, le deseamos una feliz y fructuosa misión.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.30, p.8.



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