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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 20 de mayo de 1976

 

Señor Embajador,

En este acto solemne, en el que Vuestra Excelencia nos presenta las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República Dominicana ante la Santa Sede, nuestras primeras palabras quieren expresar la bienvenida cordial con la que hoy le acogemos.

La grata presencia de Vuecencia en este Centro de la cristiandad, renueva en Nos sentimientos de benevolencia y recuerdos que, trascendiendo distancias y latitudes, frecuentemente se dirigen hacia nuestros queridos hijos de la República Dominicana, cuyo entrañable sentido católico bien conocemos y al que Usted acaba de aludir en su discurso.

Precisamente porque se trata de un País de profunda raigambre católica, la Santa Sede y la Iglesia lo miran con una solicitud particular, hecha de complacencia por los objetivos espirituales y humanos ya conseguidos, y de aliento y colaboración -dentro de su esfera de competencia específica- en la búsqueda de metas más altas. En este gran cometido se siente solidaria la Iglesia en Santo Domingo, impulsando ese desarrollo integral que promueve a todo el hombre y le permite hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores que lo conducen hacia condiciones de vida cada vez más auténticamente humanas (Cfr. Populorum Progressio, 14 et 20).

Estamos seguro de que todos nuestros hijos dominicanos, guiados por sus celosos pastores, no cejarán en ese noble empeño común de positiva contribución al mejoramiento de su Patria. A ello los alentamos, sabiendo que responderán a nuestra ilusionada confianza y benevolencia, de las que hemos querido darles una prueba con la preconización al Cardenalato de uno de sus más ilustres compatriotas.

Señor Embajador, por lo que a Vuestra Excelencia se refiere, sepa que podrá contar con nuestra ayuda constante en el cumplimiento de la alta misión que hoy inicia. Tenga la bondad de transmitir al Señor Presidente de su País nuestro sincero agradecimiento por el deferente saludo que nos ha enviado, y de hacerse intérprete de nuestros mejores sentimientos ante el Pueblo de la República Dominicana sobre el que invocamos fervientemente la asistencia del Todopoderoso.


*AAS 68 (1976), p.325-326.

Insegnamenti di Paolo VI, vol. XIV, p.353-354.

L’Attività della Santa Sede 1976, p.125.

L'Osservatore Romano 21.5.1976, p.1.

L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.21, p.8.

 



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