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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL SEÑOR CHOW SHU-KAI,
NUEVO EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE CHINA
ANTE LA SANTA SEDE*


Jueves 9 de febrero de 1978

 

Señor Embajador:

Al recibir las Cartas Credenciales que lo nombran Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de China ante la Santa Sede, os agradecemos los amables saludos que nos habéis traído del Presidente, del Gobierno y del pueblo de la República.

Os deseamos pleno éxito en vuestra misión, y para su realización podéis estar seguro de la bondad y ayuda de la Santa Sede.

V. E. se ha referido, con razón, a la íntima relación entre los ideales ínsitos en la cultura y la tradición chinas, y los principios profesados por la Iglesia católica; y asimismo V. E. ha afirmado que el pensamiento y las enseñanzas chinas ponen gran énfasis en el tema de la paz.

Sí, la paz es un argumento que nos es especialmente querido también a nosotros. La paz en todas las esferas de la vida y en todos sus aspectos; paz en el corazón y en el hogar de cada hombre, en todas las naciones y en los continentes todos; paz con los hombres y ante todo con Dios. Con estos sentimientos de paz, nuestro pensamiento lleno de amor y afecto vuela al pueblo de China, cuya historia milenaria tan rica en tradiciones famosas, en ciencia natural y en sabiduría humana, atrae la admiración y el respeto de todos, muy por encima y más allá de contingencias y vicisitudes históricas y políticas. Enfocándolo desde esta perspectiva, resulta más que natural que la semilla del cristianismo haya encontrado —y debe seguir encontrando— tierra fértil en la cultura y civilización chinas, y si bien los frutos producidos por esa semilla no han sido igualmente ricos en todas partes, nadie puede negar que en muchos sectores tanto la Iglesia como la sociedad han cosechado en gran abundancia la mies madurada a través de los siglos gracias a la obra paciente e infatigable de toda una legión de operarios cristianos muy capaces, misioneros y también nativos de China.

Por esta razón nos complacemos en recordar lo que dijimos en Hong Kong hace unos años cuando estuvimos allí como humilde mensajero de paz. Igual que entonces también, y quizá hoy más que nunca, estamos convencido y proclamamos que "Cristo es también para China un Maestro, un Pastor, un Redentor amoroso" (AAS 63, 1970; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 20 de diciembre de 1970, pág. 8).

Aprovechamos esta ocasión para enviar un mensaje de amistad al querido pueblo de la República de China, a la vez que prometemos nuestro interés constante por su progreso y bienestar, y rogamos a Dios Todopoderoso que lo bendiga con paz verdadera y permanente prosperidad espiritual y material.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.8 p.10.

 



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