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DISCURSO DE SU SANTIDAD PÍO XII
A LA SEÑORA AMELIA 'MANTSEBO SEEISO GRIFFITH,
REGENTE EN JEFE DE BASUTOLANDIA*

 Castelgandolfo
Viernes 27 de septiembre de 1957

 

Excelencia:

La satisfacción y el placer con que Nos os saludamos, honorables e ilustres jefes de Basutolandia que formáis el séquito de la Regente en Jefe, pueden calcularse por la Carta que Nos hemos enviado recientemente a nuestros venerables Hermanos Obispos de todo el mundo, que se refiere a nuestra amada África. Nos ha sugerido esa Carta nuestro afectuoso interés por vuestro vasto Continente; todas sus líneas fueron dictadas por nuestra paternal solicitud por el verdadero progreso de los pueblos africanos en su búsqueda de la prosperidad humana y de la paz espiritual dentro de la búsqueda de la verdad. Ella hablaba de nuestro orgullo y de nuestra alegría por la expansión de la Iglesia sobre todo en los últimos decenios, y de cómo Nos somos testigo del florecimiento de la semilla echada, hace algunas generaciones, y alimentada durante años con duro esfuerzo y con ocultos sacrificios de cientos de misioneros, sacerdotes, religiosos y religiosas, catequistas y devotos dirigentes seglares, cuyos nombres añaden refulgente gloria a las páginas de la historia de África.

No obstante Nuestro profundo consuelo por la magnífica labor realizada, Nos sentimos plenamente la importancia y la urgencia de la labor que aún queda por realizar, y Nuestro corazón no se halla exento de ansiedad. La evolución social, económica y política, mueve y acelera el paso de la vida de muchos pueblos de África, e inevitablemente los expone a funestas influencias que pueden tener serias consecuencias para su futuro. Pura locura sería para la sociedad civil el actuar como si Dios no existiera o como si Dios no se preocupara en absoluto de las creaturas, fruto de su amor omnipotente. Si se deja a Dios a un lado, también la justicia es como una palabra escrita en las aguas del mar. Con razón, por consiguiente, Nos hemos puesto en alarma a los pueblos africanos sobre el veneno mortal del materialismo ateo, imitado tal como se halla y que va seguido sin falta por la muerte; muerte de los derechos humanos, de la libertad y de la genuina felicidad, así como de la necesidad de distinguir cuidadosamente dónde se encuentra la plenitud de la revelación de Dios. Ya que esa revelación, confiada por Jesucristo a la Iglesia que fundó sobre Pedro, «la Iglesia del Dios vivo, columna y base de la verdad» (1 Timoteo 3, 15), fue dada para todos los pueblos y para todos los individuos, y tiende a iluminar el camino de los dirigentes de un Estado y a guiarlos en su noble función de asistir a sus ciudadanos en la consecución del armonioso desarrollo de sus recursos naturales y en la obtención de la perfección propia de su naturaleza. Pues bien, esa perfección que sublima el destino del hombre, como sabéis, le lleva más allá del limitado e incierto horizonte de esta creación visible, a una vida con el Creador que no tendrá fin.

Cuando, pensando en estas verdades, Nos dirigimos Nuestra mirada hacia vuestro país, huéspedes gratísimos, Nuestro consuelo y Nuestra ansiedad se aplaca. Como pueblo inteligente, habéis recibido una bendición especial de Dios con un santo misionero de estatura heroica, Fray Gerardo, y con el Regente en Jefe, Nathaniel Griffith Lerotholi, que por espacio de un cuarto de siglo gobernó con la palabra y con el ejemplo conforme a los altísimos principios de la justicia y de la caridad cristianas. Esos mismos principios guían a vuestra Regente que os ha traído a Nuestra presencia, y produce asombro conocer la historia de vuestro estable y ordenado progreso. Que éste continúe por el camino que lleva a una constante paz y a una auténtica prosperidad. Nos sabemos que en vuestra capital habéis creado una escuela universitaria que lleva Nuestro nombre. Nos le deseamos toda clase de éxitos, y esperamos que tenga una larga vida para recordar a los estudiantes de las generaciones futuras que el Papa, Vicario de Cristo, en la lejana Roma, los ama, reza por ellos y de ellos espera grandes cosas, por el mejor interés de su pueblo y de toda África.

Nuestra Bendición Apostólica acompaña a Nuestros vivos augurios. Que ella pueda atraer sobre vuestro pueblo, sobre vosotros, ilustres y honorables jefes y sobre todos los que a vuestro lado están y son para vosotros seres queridos en vuestra Patria, la abundancia de las gracias divinas.


*ORe (Buenos Aires), año 6, n°307, p.3.

 



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