MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS FIELES DE BRASIL CON OCASIÓN
DE LA CAMPAÑA DE FRATERNIDAD 1980
Queridísimos hermanos y hermanas de Brasil:
Os saludo cordialmente en Cristo Señor al inaugurarse otra Campaña de la Fraternidad en vuestro país. Enmarcada en el tema de la emigración e inspirada en el lema-pregunta "¿A dónde vas?", sobrentiende esta respuesta dolorosa que es un grito del alma: "No tenernos sitio".
Me viene a la mente el episodio del hombre paralítico junto a la piscina de Jerusalén. Jesús pasó, y al verlo le preguntó si quería ser curado; y aquél respondió: "No tengo a nadie", o no tengo un "hombre" que me ayude. Y Jesús le ayudó curándolo (cf. Jn 5, 2-9).
Cada año, al principio de la Cuaresma, el Papa acostumbra a enviar un mensaje a toda la Iglesia, como lo hace también hoy, exhortándola a preparar y vivir la Pascua como auténtica liberación. Y ello a través del desprendimiento del corazón "de las cosas materiales, del poder sobre los otros y de las sutilezas egoístas del dominio" (Mensaje a la Iglesia universal, Cuaresma de 1980), para atender y ayudar más a los hermanos que sufren y desean un "hombre" que les ayude a liberarse de los males que les paralizan en la vida.
Sí, hay muchos hermanos nuestros "paralizados" en las orillas de la vida, que desean poder caminar como hombres por el camino de toda la humanidad que Dios deseó constituyera una sola familia; y como "rescatados por el Señor", por el camino de la Iglesia, comunidad de salvación. Como cristianos, al verlos y conocer su drama, debemos pensar si somos el hombre que les puede ayudar, o si tenemos medios para prestarles la ayuda que necesitan. Pero no basta ayudar dándoles lo superfluo e incluso lo que nos es necesario; hay que hacerlo con conversión del espíritu.
Convertirse es procurar estar dispuesto al encuentro con Dios y con los corazones en el amor al prójimo, a compartir bienes con los menos favorecidos, de nuestras sociedades, con aquellos que por motivos diversos no pueden seguir viviendo en su tierra y deben marcharse sin saber muchas veces a dónde:
Nosotros, hermanos y discípulos de Cristo, no podemos quedarnos indiferentes sin intentar ayudarles a encontrar "donde" se lleguen a sentir hermanos de todos los hombres, hijos de Dios y libres, con esa especial libertad para la que Cristo nos ha liberado (cf. Gál 5, 1) y que es tan incompatible con el desamor.
Es muy acertado, por tanto, establecer relación entre la fraternidad a que se aspira en el mundo de la emigración y la Santísima Eucaristía, con vistas al X Congreso Eucarístico Nacional de Brasil. Pues la Eucaristía, en cuanto "Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad" (cf. Sacrosanctum Concilium, 47), es el centro propulsor del espíritu comunitario cristiano que suscitará distintas obras de amor fraterno, ayuda mutua, testimonio cristiano y acción evangelizadora.
A todos exhorto, pues, a responder generosamente a los llamamientos de la Campaña de la Fraternidad en esta Cuaresma; llamamiento a la conversión, a compartir los bienes, a ver en los otros hermanos y hermanas; a hijos como nosotros y "herederos de Dios y coherederos de Cristo" (cf. Rom 8, 17), Redentor del hombre, de todos los hombres con los que debemos construir la "civilización del amor". Y os bendigo de todo corazón en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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